La verdad es que me ahogo sin pena,
por lo menos he resistido al engaño:
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,
ni de la noche a medias.
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.

Susana Thénon (Fragmento de Poema)

jueves, 26 de mayo de 2011

La máquina.

La máquina.
Una se pone a pensar nomás, así de calladita que anda por la vida. Y piensa en tantas cosas que no dice una. Piensa en las cosas que se quedan atragantadas y que vaya a saber en qué lugar del cuerpo terminan haciendo callo. A veces el callo se ve, se siente, molesta. Otras, se queda ahí, amontonando capas de piel silenciosa, en cualquier parte del cuerpo del alma. Hasta que la piel se sale por la boca, toda junta, toda de golpe y cubre paredes y personas con su trama de brocado pesado. Una no entiende. Cómo va a entender. Si lo que salió de golpe no era visible. Una queda atrapada también en esa red, una está atrapada desde siempre en la red.
Una se pone a pensar nomás, cuando pasan cosas que la obligan a una a pensar. A veces no hay tiempo para detenerse. La máquina siempre funciona, repitiendo gestos cotidianos. Marcando relojes, haciendo lo que se supone debe hacer. La máquina no escupe nada, todo lo guarda, lo embala, lo lustra, lo prepara para el consumo. La máquina se consume también. Ese consumo es lento, degrada y asimila a otras máquinas. Las máquinas se encuentran de tanto en tanto y no se reconocen.
Una se pone a pensar en las máquinas que ve.  En la tristeza que le provocan a una. Una piensa y se mira para adentro y entiende el callo y la piel que sale por la boca y la red y las máquinas que ve y que confirman lo que una es. Una siente la tristeza otra vez y piensa. Pensar duele, quema, inquieta: una entiende por qué una nunca tiene tiempo para pensar.
Y una a veces sueña: que dice lo prohibido que siente lo prohibido que ve colores en el gris que puede volar que cambia el destino que mira sin miedos que toca las pieles que gusta el sonido que juega la vida que mima la vida que la vida la mima a una.
Una sueña que piensa también. Y cuando en el sueño una piensa no hay línea de tiempo, todo es posibilidad, todo es camino por hacer, y todo se hace. Una puede hacer todo. Pensar es hacer es decir. En el sueño una es absolutamente coherente. Es tan sencillo pensar en el sueño. Y una se pone a pensar mientras sueña por qué será que pensar no es lo mismo cuando una piensa despierta.
db

domingo, 1 de mayo de 2011

LA PALABRA QUE SANA

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.

Alejandra Pizarnik