La verdad es que me ahogo sin pena,
por lo menos he resistido al engaño:
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,
ni de la noche a medias.
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.

Susana Thénon (Fragmento de Poema)

lunes, 28 de noviembre de 2011

¿El lugar de lo femenino?

Comentario sobre las obras presentadas por Danzarte el 25 y 26 de noviembre, que realizamos María Acosta y yo, publicada en le diario La opinión de la ciudad de Rafaela.

¿El lugar de lo femenino? http://www.diariolaopinion.com.ar/Sitio/VerNoticia.aspx?s=0&i=36269


¿El lugar de lo femenino?
Por María Acosta y Dahiana Belfiori
Las noches del viernes 25 y del sábado 26, el Club de Automóviles Antiguos de Rafaela fue habitado por las propuestas del grupo Danzarte que convocó a más de 300 personas, quienes pudieron disfrutar de una hora y media de danza contemporánea. “Second frame”, “Corazoncito” y “Señorita Mantis” fueron las tres obras presentadas, con pequeños intervalos musicales a cargo de Gabo Boccio y Lichi Ruiz Díaz. Dos noches con tres miradas que abordan el lugar de lo femenino.
El aspecto más relevante que valoramos es el compromiso en el trabajo colectivo, aún de bailarinas no profesionales, que demuestran la posesión de una técnica impecable. A la vez que destacamos el rol fundamental en la coordinación y dirección de las tres propuestas, que vienen a renovar el lugar de la danza en nuestra ciudad.
1.
“Second frame”, una adaptación realizada por Gabriela Guibert y Andrea Gutiérrez, de la obra de Henri Oguike, nos transporta al universo del pulso dionisíaco de la vida. Acontece en la escena un ritmo permanente que nombran los cuerpos. Los cuerpos son ritmo. Se nos propone la celebración de aquello que tenemos de animal. Repeticiones, réplicas, ecos configuran los espacios de la creación colectiva bajo el único impulso posible: la irregularidad del ritmo orgiástico.
No hay grietas que posibiliten la ruptura de este cosmos. Orden que es, como el ser. No cabe ninguna imposición externa ni interna, simplemente es.  Una obra que nos invita a pensar el lugar de la cultura en la construcción  de subjetividades
2.
¿Cómo nos miramos las mujeres? ¿Qué mirada construye una mujer sobre otra mujer? ¿Qué mirada construye esa mujer sobre sí misma? Siempre, el espejo. “Corazoncito” nos sitúa frente a la posibilidad de repensar el imaginario femenino. Algo que Belén Calcabrini, coreógrafa y directora de esta obra, explora orientando e impulsando un trabajo colectivo que se materializa en cinco cuerpos de mujeres. Y sí. De eso estamos hablando, de mujeres. Mujeres que se debaten entre la impostura, la postura y la pose.
Hay en esta danza -que coquetea con lo teatral- el transcurrir de la tensión entre gestos que enmascaran algo del orden de lo verdadero, y gestos buscadores de lo verdadero. Entonces, ¿qué es lo verdadero? La respuesta a esta pregunta se dirime en cuatro escenas marcadas por cuatro propuestas musicales diferentes. La competencia, los celos, aparecen determinando el ritmo de relaciones forzadas a sostener una imagen impuesta desde el deber ser femenino, cuestión que se reitera a lo largo de toda la obra y que revela el tremendo peso de lo impuesto (impuesto/impostura, interesante juego de palabras: aquello que se impone configura lo fingido). Luego vendrán, la simulada alegría del baile compartido -a modo de imitación de ritual masculino-; y la acertada conjunción del malambo que se escucha, y el baile pseudoerotizante de una bailarina sola, que a la vez que ridiculiza la virilidad del malambo, también lo hace con la pornográfica puesta del “baile del caño”.
Si nos hallamos ante la simulación del vínculo, cabe preguntarnos: dónde está ese “corazoncito”. Eso que nos remite, si no a lo verdadero, al menos a su búsqueda. Un hallazgo en la obra es asociar a la soledad de un instante de encuentro consigo misma, el silencio. La intimidad que nos devuelve al encuentro con lo real, al punto del que no es posible salir sin ser modificada, es lo que queda flotando en la atmósfera y que nos invita (como espectadores y espectadoras) a adentrarnos en eso no dicho: el lugar de la postura posible que se aleja de la impostura y de la pose.
3.
Aunque no exista una continuidad conceptual explícita en la presentación de las tres creaciones propuestas por Danzarte, es innegable que aparece cuestionado el lugar de lo femenino. En este sentido, “Señorita Mantis”, creación colectiva de todas las integrantes del elenco y dirigida por Leticia Mazur y Margarita Molfino, realiza un recorrido sobre la agresividad como modo de defensa. El título de la obra utiliza un oxímoron al vincular la palabra “Señorita” a la palabra “Mantis” (nombre que refiere al insecto comúnmente conocido como Señorita o Mantis religiosa). Oxímoron que además se refleja en la obra y que alude a cuerpos feminizados cuyos movimientos imitan el comportamiento –aparentemente ambiguo- de este animal. Cuerpos que insistentemente se preparan para el ataque, y que atacan.
La majestuosidad del insecto (¿de lo femenino?) se actualiza en el momento en que esos cuerpos constituyen una unidad atada por un mismo movimiento, lo que adquiere una fuerza expresiva que un solo cuerpo no podría lograr. En palabras de Dalí (“El mito trágico de ‘El Angelus’ de Millet”), la posición espectral de la Mantis es la típica postura de espera, que preludia las violencias inminentes. A nuestro entender, este es el clima de suspenso en el que nos sumerge toda la obra.  Incluso el momento del repliegue sobre sí mismas –signo de aparente fragilidad y debilidad-.  Acción que seduce, porque es otra forma de la espera –por qué no, resistencia- para un nuevo ataque. Un hacer la intimidad para salir al mundo.

sábado, 19 de noviembre de 2011