La verdad es que me ahogo sin pena,
por lo menos he resistido al engaño:
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,
ni de la noche a medias.
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.

Susana Thénon (Fragmento de Poema)

domingo, 31 de octubre de 2010

En Paper Rafaela también saqué los "Trapitos al sol"

y se fueron enrrollados y en bici a las manos desprevenidas de la gente que caminaba por ahí.

La convocatoria era:


Se fueron muchos rollos de muuuchxs artistas! ¿alguien habrá leído mis poemas? ¡qué bueno es no tener respuesta a esa pregunta!




domingo, 17 de octubre de 2010

A propósito de la mirada.

Otro trabajo conjunto con Laura, amiga y compañera feminista y fotógrafa. Fue expuesto en el XXV Encuentro Nacional de Mujeres realizado en Paraná en octubre de este año, en la plaza Urquiza de esa ciudad. Nuestra idea fue mostrar de qué mandera las mujeres ejercemos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, en las calles, en las casas y en las camas.

Primera persona… del plural.
¿Por qué sos feminista vos? La sola pregunta repetida hasta el cansancio desde que soy activista, es la razón suficiente para serlo. Parece una pedantería, una declaración dogmática y en el mejor de los casos, una estupidez. Lo que sigue es un intento por comunicar –explicar(me) que lo que (a)parece a veces es algo más que mera apariencia y apareo-apareamiento (el juego de palabras viene al caso, pero sigamos). Es que ser feminista, decirlo, irrumpe en el escenario político con una fuerza que, desde mi historia personal, era insospechada. Aludo a mi historia personal, porque es la que quiero contar y -aún más importante-, porque es la historia que -con innegables matices-, compartimos muchas mujeres y feministas. Es decir, apelo en primera persona, a la cuestión colectiva del ser mujer en primer lugar (condición biológica impuesta y supuesta) y en segundo lugar del ser feminista (posición política actual), porque desde lo personal, enmarca y refiere el camino que a duras penas y con grandes contradicciones pero con mayores convicciones asumí y elijo.
A los 18 años una tiene que decidir. Tuve que decidir. Decidí, a pesar de no tener al alcance de mi cabeza un discurso habilitador y contenedor de esa decisión. Decidí, a pesar de los ocultamientos, del dolor, de la duda. Decidí a pesar de mi propia muerte y con ella. Decidí que no quería ser madre en ese tiempo, con aquellas condiciones, pero más definitorio aún, decidí desde el deseo de no serlo, un deseo puesto en juego (aún en la medida de la urgencia) como convicción profunda y deliberada de que ser madre no formaba parte de mis planes, y no como mero capricho -como suele entenderse el deseo-. Decidí y contribuí, sin saberlo, con el trazado de la historia de mi posterior vida. La decisión me liberó y al mismo tiempo me condenó a una búsqueda sin tregua de decisiones similares en el silencio más absoluto. De a poco el silencio se me hizo grito, porque cuando el silencio se mide en años, acude a la garganta con una fuerza que no puede ser más que la de una fiera defendiendo la propia vida. Mientras transitaba mi silencio buscador, hallé otras voces que salían de gargantas y de cuerpos de mujeres que habitaban la calle, la plaza: un espacio impensado para mí, acostumbrada como estaba a la batalla de mi propia voz con las paredes mudas de mi cuarto.
Las voces de mujeres en palabras escritas en un volante entregado desde una mano anónima y solidaria (con una sonrisa en la boca) a mi propia mano aturdida. En ese simple gesto se levantó un telón: supe que no estaba sola. Y saberlo me hizo caminar durante un par de horas sin rumbo por la ciudad, con el hallazgo y la certeza que me regalaba, como guías. Esa mano anónima habló mi silencio. Mientras andaba, lloré silenciosamente la misma sonrisa de esa mano. Andando entendí que mi búsqueda era compartida. Entendí la importancia del discurso que contenía aquella mano, aquella voz, aquella sonrisa. Mi decisión tuvo referencias, pude darle sentido a la propia experiencia y comprendí cuántos silencios se habían transformado en voz. Desde ese momento fui y soy parte de esa historia tan personal y tan colectiva. Abortar nunca más sería una palabra negada. La acción había sido, la palabra daba sentido a esa acción.
Lo que aprendí de muchas mujeres y feministas es la fuerza que tiene el deseo y el no deseo de ser madre, y punto. Mi compromiso asumió la forma de la comunicación. Comunicar, visibilizar, ocupar la calle y la plaza fueron y son los modos elegidos y compartidos para mirarme y mirar desde el respeto por las propias decisiones.

A propósito de la mirada: ¿Tucumán, quiere mirar?
Instantáneas de un encuentro.

Así aprendieron estos hombres y mujeres que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo.
Supieron también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón.
Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios.
Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla.
También aprendieron a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros.
Y supieron mirar a los otros que los miran mirar.
Y todas las miradas aprendieron los primeros hombres y mujeres. Y la más importante que aprendieron es la mirada que se mira a sí misma y se sabe y se conoce, la mirada que se mira a sí misma mirando y mirándose, que mira caminos y mira mañanas que no se han nacido todavía, caminos aún por andarse y madrugadas por parirse.

Extraído del cuento “La historia de las miradas” del libro Los otros cuentos. Relatos del Subcomandante Marcos.

Claro que siempre es la mirada, la mirada de una, contextualizada y anclada en y desde ese cúmulo de posibilidades que fuimos y que resulta de un conjunto de condiciones que nos hacen confluir en un momento y lugar dados. Las posibilidades se transforman en realidad. Esta vez, Tucumán. Claro que eso no es casual. Tucumán nos mira, pero nosotras -mujeres, lesbianas, travestis, feministas- la miramos también.  La mirada activa que trasciende los ojos, se mete por las manos, se extiende a los pies, y cubre las paredes. Manchamos con verde-violeta  esas paredes que nos dicen blancura cuando nos morimos por abortos clandestinos. Cuestionamos la belleza construida desde una-otra-mirada-no-nuestra que excluye y normaliza, a partir de la lucha de nuestros cuerpos que nos liberan.
Pero para mirar hay que aprender a hacerlo. ¿Tucumán quiere mirar? Hay una Tucumán que descubre el desborde de miradas que miran, que gritan, que cantan: los ojos están hechos para ver los cuerpos, las palabras, la vida de quienes saben que sus vidas valen, y que sus cuerpos no tienen precio. Y como siempre, la calle es la que nos encuentra. Allí le decimos basta a la ciudad patriarcal. Allí salimos como un mar embravecido a cuestionar todos los mandatos, pero sobre todo, el que nos dice que no podemos decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Venimos de todos los soles. Hacemos que nuestras miradas adquieran nuevos sentidos, porque se re-inventan con otras que se saben hermanas en la lucha.
La calle está en todos lados y nosotras en ella defendemos la alegría de las brujas, el ruido caótico del movimiento, los cuerpos desnudos de símbolos impuestos. Nuestra mirada se une al ritmo de la tierra, al cambio posible de la vida que respeta las otras vidas. 
Tucumán nos encuentra, nos mira, nos tiene que ver unidas diciendo: “somos amantes de la vida que decide sobre sí misma.”
Dahiana Belfiori
Activista feminista

Tucumán. Octubre 2009. XXIV Encuentro Nacional de Mujeres.