Tambaleando en el borde de los márgenes de lo decible, la
indefinida articula sonidos y los encadena a una sucesión de sensaciones que,
siempre a tientas, configuran un espacio-tiempo de posibles decires
propios. En esa indefensión en la que se
halla, habitada a sí misma, asoma la posibilidad de construir un conocimiento
provisorio de todo cuanto la sujeta, la posee y la rodea. Se detiene, aterrada,
raspa el filo ensangrentado del lenguaje que la retiene: lo fuerza, lo empuja
más allá, lo hace caer. Ella, habla.
db
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