Paloma
En el momento en que la carne se me estremece siento traspasar toda yo entera desarticulada la ventana cerrada de mi cuarto, doliéndome las astillas clavadas en el cuerpo, hacia la luz que enceguece esa piel mía -demasiado permeable- que es el alma. Me llegó la libertad y la cárcel con tu mano. Llamaste a mis ojos insistiéndome al regreso, casi como preludio a la única migaja de felicidad nunca posible, nunca completa, nunca perfecta, porque en el mismo momento en el que explota desarma esa estúpida pretensión humana. Regresé satisfecha, relajada, a tus ojos que corrían a la par de mis espasmos. Supe que te amaba.
Y no era el sexo. Y era el sexo. Y sabía, como ahora, de la gratuidad de las cosas, de ese instante hecho sólo por nuestros deseos. Creamos sin saberlo.
db
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